martes, 10 de septiembre de 2013
El gran templo de Amón en Karnak.
El templo, junto con el hipogeo, constituye la tipología arquitectónica más representativa del Imperio Nuevo. El templo religioso por excelencia no tiene ya una función funeraria sino simplemente devocional, es decir, albergar la la figura de un dios y servir de receptáculo para los ritos en su honor. La religión politeista egipcia, con su numeroso panteón, extendió sus creencias por doquier, imponiendo la construcción de templos para su culto. Estos estaban a cargo de la clase sacerdotal y cada uno poseía tierras con siervos que sustentaban económicamente sus cuantioss gastos.
Tipológicamente, el templo egipcio adoptará una planta que se convertirá en canon desde la XVIII a la XX dinastía. El edificio propiamente dicho se ve antecedido por la avenida de esfinges, que se apostan en los laterales enmarcando el paso de las procesiones. Ésta termina en un obelisco, monolito apuntado y acabado en pirámide en el que se hallan grabados textos alusivos a la advocación del santuario. El edificio en si tiene planta rectangular y se accede a él por las puertas del lado corto, colocadas entre los pilonos o torres troncopiramidales.
En su sala hipóstila, una de las partes más singulares, las columnas alcanzan 23 mt de altura. Realizadas en piedra, están rematadas por gigantescos capiteles papiriformes y campaniformes, sobre los que se apoyaban los dinteles que sostenían la cubiertas plana de la sala. Los fustes de tan gigantescas columnas se encontraban decorados con relieves polícromos.
Si bien se conoce la existencia de un templo anterior en este mismo lugar, dedicado a Amón, las obras fueron iniciadas por Amenofis III y continuaron bajo los reinados de Tutankhamón, Seti I y Ramsés II.